Acudí a Miriam porque pasé una etapa bastante triste en mi vida. Durante muchos meses no tenía ganas de salir a la calle y levantarme por las mañanas se me hacía un mundo. Lo peor es que no veía salida, lo veía todo muy negro. Cada vez que intentaba hablar del tema solo me salía llorar. Me torturaba con pensamientos negativos y por las noches apenas podía dormir.

A lo largo de las semanas me fui sintiendo cada vez mejor. Creo que el simple hecho de hacer el esfuerzo de ir a terapia me vino bien, porque fue como decirme a mi misma "Vale, estoy mal, pero estoy haciendo lo posible por estar bien". Cuando terminé la terapia seguía sin tener trabajo, sin pareja y viviendo en casa de mi madre. Pero, sin embargo, ya no me sentía triste.